Un grave error del presidente Biden

El presidente Biden acaba de regalar un balón de oxígeno a los comunistas cubanos. Retirar a Cuba de la lista de países que no colaboran en la lucha contra el terrorismo es un paso previo para excluir al régimen de la lista de patrocinadores del terrorismo. La razón de este giro hay que buscarla en las encuestas del Partido Demócrata; las posibilidades de conservar la Casa Blanca se diluyen al paso de los días. Biden pierde apoyo en estados y sectores de la población que históricamente han favorecido al partido demócrata, y el compromiso con la ayuda militar al estado de Israel es la guinda a una sangría de votantes de extrema izquierda que necesita para intentar ganar las elecciones de noviembre próximo.

Regresar al deshielo de Obama es un placebo para recuperar el voto del extremismo descontento, esa alma neomarxista que amenaza con fagocitar al viejo partido. Ante la debacle electoral, la imaginación de los asesores se activa; el tema de Cuba siempre resulta transgresor y pintoresco, propicio para el votante de izquierdas. Solo que en esta ocasión, la ocurrencia llega tarde y aunque funcione en alguna medida, nunca será suficiente para contentar al monstruo «woke» y antisemita que acampa en las universidades.

Por otra parte, el regocijo en La Habana no es completo. El régimen necesita mucho más para poder salir de la crisis actual, y ese equipo de salvamento sólo puede venir de una gran potencia dispuesta a unir su destino con los comunistas cubanos. Nadie quiere pagar un precio tan alto, y el régimen se resiste a una reforma que pueda contentar, aunque sea parcialmente, a alguno de los grandes actores mundiales. El enroque estalinista no tiene futuro y presagia un Holodomor a la cubana que solo traerá mayor violencia en todas sus variantes.

La administración Biden, en una mala decisión, acaba de confirmar a los comunistas cubanos en su estrategia represiva y en la utilidad de sus alianzas con países como Rusia y China, que constituyen un peligro inminente para la seguridad de los Estados Unidos.

Las consecuencias de esta medida son impredecibles; el discurso de invencibilidad, tan grato al régimen, puede convertirse en un boomerang cargado de desesperación y rabia en una sociedad que se encuentra al límite de la supervivencia emocional y física. Quedan pocos meses para la elección del próximo presidente de los Estados Unidos; mientras tanto, los cubanos seguirán siendo víctimas de un régimen criminal que no encuentra la debida resistencia a sus abusos en el ámbito internacional.

La oración de mi pueblo

El último mensaje de los obispos cubanos queda resumido en una plegaria que deberá rezarse después de cada misa a partir del 21 de abril, IV Domingo de Pascua. También se anima, igualmente, a rezar en otros momentos, tanto personal como en comunidad: en la adoración eucarística, en los grupos de oración y también colocarla en los reclinatorios delante del Sagrario, en las capillas de las comunidades religiosas y en las casas de retiro.

A la Iglesia que permanece en la isla, tratando de anunciar la Esperanza en medio de la más absoluta desesperación, le cuesta cada vez más la tarea. Nadie se libra del cansancio que provoca una situación tan deplorable; las comunidades ven partir a muchos de sus miembros, en particular los más jóvenes que son los que tienen más sed de futuro y los que más peligro corren en esa tiranía empecinada y grosera. Son tantas las necesidades, tantas las injusticias, que el catolicismo cubano, curtido en mil batallas contra el mal, intuye que ha llegado la hora de la plegaria como único recurso ante el desbordamiento de las carencias, ante la sordera de unas autoridades que no escuchan el clamor del pueblo.

La plegaria de los obispos, su actitud de súplica al único poder que nos inspira santo temor y devoción absoluta, me invita a pensar que los católicos cubanos debemos renunciar a cualquier voluntarismo posibilista y a la pulsión del activismo, que debemos aceptar que cualquier triunfalismo ha sido vano, que cualquier ilusión de influencia ha sido falsa. Ha llegado la hora de la Cruz para los que han recorrido un largo camino hasta el Calvario, para los que pensando que ya sostenían la Cruz sobre sus hombros, no la tenían aún, en todo su vacío y dolor, a cuestas.

Ya se ha arribado a la totalidad del desamparo donde Dios nos encuentra, a ese lugar de la existencia donde se hace ineludible orar desde lo más íntimo y profundo de nuestra existencia porque se tiene la certeza de que la condena es a muerte y ante esta perspectiva el tiempo de pelear por la verdad que trae la liberación se acerca.

Los miserables que gobiernan en Cuba desconocen que no hay hombre más peligroso que uno capaz de repetir las palabras de Jesús ante Pilatos: “No tendrías ningún poder sobre mí sino te viniera de lo alto”. Un hombre capaz de  asumir la realidad, con todas sus consecuencias, de que presenta su  reclamo de justicia ante el despotismo con plena conciencia de su fragilidad y sumisión a la voluntad de Dios, con la convicción de que ese es el camino a una esperanza firme y verdadera.

Los obispos cubanos han dicho la última palabra sobre la tragedia de nuestro pueblo, saben que ya es urgente postrarse ante el Altísimo y nos invitan a rezar una plegaria por el bien de la patria, por el bien de los que amamos y nuestras propias almas. Acompañemos a nuestros hermanos en esta plegaria que también es nuestra y que en nosotros, diáspora, emigración, exilio, despierte el deseo de auxiliar a los que sufren y restablecer la justicia.

Alexis Castro, el hijo de Fidel que quiere salvar la “Revolución”

Alexis Castro Soto, hijo de Fidel Castro y Dalia Soto del Valle, se presenta en X, la red social predilecta de los políticos, como un crítico cordial y constructivo del gobierno de Miguel Díaz-Canel. Sin ocupar ningún cargo orgánico dentro del régimen habla, por el momento, como un ciudadano que comparte preguntas e ideas con sus seguidores. 

En sus frecuentes comentarios nos invita a regresar a los orígenes de la Revolución, cita el alegato “La historia me absolverá”, el “Manifiesto de la Sierra Maestra” y las primeras medidas de un gobierno conformado por los progresistas de la época que terminaron en el exilio, el paredón y la cárcel. Para el ingeniero y fotógrafo, que se presenta como un hombre sencillo, estos son los pilares fundacionales de la resurrección revolucionaria que necesitamos, soslayando en sus apelaciones históricas cualquier referencia a la declaración del carácter socialista de la Revolución cubana, proclamado por el “máximo líder”, un joven Fidel Castro, el 16 de abril de 1961.

Alexis Castro Soto, en su afán de reclamar legitimidad para el discurso fundacional de la revolución, olvida que fue su padre, Fidel Castro Ruz, quien anuló ese discurso de regeneración democrática al instaurar de facto la dictadura comunista que aún padecemos. 

A estas alturas del partido es imposible jugar con la cadena y dejar el mono quieto; ya quedan muy pocos centímetros de cadena y el mono está muy cerca, al punto que resulta imposible cualquier acrobacia dialéctica. Una Cuba democrática es incompatible con el absoluto desprecio por la libertad política, religiosa, social y económica del régimen comunista impuesto a sangre y fuego por su difunto padre y heredado por su tío Raúl y sus beligerantes primos.

No sé si las preocupaciones de Alexi y su sorpresivo protagonismo obedecen a una legítima preocupación por el bien común o forman parte de la eterna estrategia de señalar culpables, errores y agresiones que dejan intacto el verdadero motivo de tanto fracaso. 

No me gusta juzgar las intenciones y mucho menos la sangre; nadie escoge a sus padres. Prefiero, por tanto, el juicio de los acontecimientos. «Por sus obras los conocerán», dice la Biblia, y juzgar los hechos con objetividad es un camino más seguro que el arrebato sentimental y el ofuscamiento tan común entre nosotros.

Si Alexis Castro desea un mínimo de credibilidad, debe asumir que los primeros postulados de esa Revolución que él desea salvar, contenidos en el Manifiesto de la Sierra Maestra, son inseparables del ejercicio de la democracia y el respeto a la libertad con mayúscula. Si quiere convencernos de su patriotismo, debe reconocer que la Patria es de todos los cubanos y que la urgente refundación que Cuba necesita está ligada al respeto de los derechos humanos y al pleno ejercicio de la libertad, más allá de cualquier nostalgia bienhechora y de buenas intenciones que nunca se concretaron en la práctica. 

Más que salvar a la Revolución, lo urgente es salvar a los cubanos del régimen comunista que la Revolución propició. No obstante, le concedo a Alexis Castro el beneficio de la duda; el tiempo se encargará de situarlo en el lugar que merece. Ojalá no termine en el mismo sitio que su padre y su tío, claros responsables de la miseria y represión que padecen los cubanos.

https://www.cubanet.org/destacados/alexis-castro-el-hijo-de-fidel-que-quiere-salvar-la-revolucion/

Cuando las percepciones cambian

El pasado domingo 17 de marzo, los cubanos salieron a la calle en varias ciudades de la isla. Las principales reivindicaciones fueron corriente eléctrica, comida y libertad. Las protestas se fueron apagando con la represión y llegó algo de comida a las ciudades donde ocurrieron las protestas, pero el malestar permanece en todo el territorio de la nación porque la distribución de los mínimos recursos existentes se torna cada vez más dramática a medida que el tiempo transcurre sin atisbo de esperanza.

En medio de este viaje hacia el colapso absoluto del país, los dirigentes cubanos inundan las redes sociales con acusaciones al gobierno de los Estados Unidos y fotos enmarcadas en la estética de un realismo socialista que retratan una bonanza y una paz social que nunca existieron, aunque el actual infierno puede hacer pensar a muchos que tiempos pasados fueron mejores.

Escapar de la realidad es el denominador común de la sociedad cubana; la Revolución «de los humildes y para los humildes» ha culminado en un capitalismo de estado que solo consigue enriquecer a una casta, mientras el pueblo padece una creciente miseria material y moral. El socialismo cubano se encuentra en estado de coma por un fallo multiorgánico; sobrevive gracias a la represión y al apoyo de sus aliados.

El desenlace de esta situación es impredecible; la represión política funciona con la eficacia y celeridad acostumbradas, pero los conatos de rebelión aumentan. Por otra parte, los aliados del régimen tienen sus propios problemas, y mantener a la dictadura cubana es una carga que resulta demasiado gravosa. El escenario europeo hace temer una guerra que involucre a la OTAN en defensa de la integridad territorial de Ucrania, y la agresividad de China en el océano Pacífico augura un conflicto armado con los Estados Unidos y sus aliados en Asia y Oceanía. Ninguna de esas cuestiones es buena noticia para los comunistas cubanos que han prestado la soberanía nacional para bases de espionaje chinas y rusas.

Tampoco es buena noticia que el presidente Biden se encuentre en modo electoral y que una de las críticas más frecuentes a la actual administración sea su pésima gestión del tema migratorio. No es ningún secreto que el gobierno cubano es uno de los auspiciadores de esas caravanas de inmigrantes que tienen en jaque a las autoridades fronterizas en el estado de Texas. Los comunistas cubanos han utilizado el tema migratorio como arma arrojadiza desde 1980 y se han burlado sistemáticamente del afán negociador de los presidentes demócratas; la empatía de Clinton, Obama y Biden por la dictadura cubana está, desde hace tiempo, en sus números más bajos. El establishment demócrata lleva cuenta de los esfuerzos perdidos y suele ser letal con sus enemigos; un mal paso del régimen puede configurar la hora de la venganza. Damos por descontado que la victoria de los republicanos no ha de significar alivio alguno; si gana Trump, como prevén las encuestas, las cosas serán seguramente peores para la casta verde oliva.

Mientras los comunistas cubanos usan como advertencia la causa del ex ministro Alejandro Gil y se empeñan en revitalizar viejas consignas, el mundo se mueve en una dirección en la que se definen las alianzas y suenan los tambores de guerra. Es un mal momento para desafiar a los Estados Unidos de América, más aún si se trata de un vecino que permanece en la lista de países patrocinadores del terrorismo.

La detención del ex embajador Víctor Manuel Rocha bajo los cargos de espionaje ha resucitado el fantasma de Ana Belén Montes y la comunidad de inteligencia comienza a expresar su preocupación por la influencia de Cuba en las altas esferas del estado. La percepción de que la mayor de las Antillas no es un peligro para los Estados Unidos está cediendo terreno a la percepción contraria.

La Dirección de Inteligencia con sede en La Habana sabe que, en el ámbito de la política, las percepciones son fundamentales para la definición de las estrategias; no sé en qué piensan los comunistas cubanos más allá de permanecer en el poder, pero están perdiendo una excelente oportunidad para mantenerse al margen de unos conflictos internacionales que los pueden convertir en émulos de Sadam o Kadafi en vez de comenzar la reforma democrática que les exige el pueblo cubano.

https://www.cubanet.org/opiniones/cuba-cuando-las-percepciones-cambian/